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Crítica de ‘El mal querer’ de Rosalía, el disco que ha ganado el IV Premio Ruido

El mar querer

Por segundo año consecutivo, la artista catalana Rosalía se ha hecho con el Premio Ruido a mejor disco del año gracias a ‘El mal querer,‘ un trabajo del que se han hecho eco medios nacionales e internacionales, postulando a la artista como una de las estrellas del panorama español.

Si este año ha sido premiada por su segundo trabajo discográfico, el año pasado ya lo era por ‘Los Ángeles’, en el que presentaba su peculiar versión del flamenco, que ya nos dejaban ver que ella era algo más que una cantaora corriente y moliente, pues sus su imagen se distanciaba bastante de la de una flamenca tradicional y la forma de interpretar temas como “Catalina”, “La hija de Juan Simón” o “De plata” nos mostraban toda su personalidad.

Desde su debut, Rosalía nos mandaba señales que nos decían que por mucho que amara el flamenco, en su vida también había cabida para otros géneros. Ya nos daba alguna pincelada incluyendo “I see a darkness” en Los Ángeles, colaborando con C. Tangana (uno de los mayores exponentes del pop urbano actual) o hablando maravillas de gente como Kendrick Lamar. Por eso, no es de extrañar que haya querido dar un paso más con ‘El mal querer’ y haya explorado otros terrenos, como el pop, la música urbana, el r&b o la electrónica.

Aunque, si nos fijamos bien, tampoco hay tanto distanciamiento entre ‘Los Ángeles‘ (un disco que ha funcionado poco a poco gracias al boca a boca) y ‘El mal querer‘, ya que el primero tenía como eje central la voz de Rosalía con acompañamiento de guitarra española y el segundo, aunque prescinde de la guitarra, sí que sigue poniendo la voz de la artista en un primer plano. En canciones como “Nana” y “A ningún hombre” , la artista solo se sirve de efectos de postproducción para aportar el dramatismo y dinamismo que la historia requiere.

 

 

‘El mal querer’ es un muy buen disco que ha permitido a Rosalía ir creciendo como artista y ganar más público (no solo los apasionados del flamenco se interesan por ella, sino también gente más interesada por otros géneros como el pop o el indie).

Pero, ¿qué es lo que ha permitido este crecimiento tan brutal en tan poco tiempo? Para mí, hay varios ejes fundamentales: el trabajo (gran cantidad del contenido que comparte en redes sociales, es de ella ensayando coreografías, colaborando con otros artistas o trabajando en el estudio), el talento (es innegable que Rosalía tiene algo especial, una voz que es peculiar y destaca en el panorama actual), los estudios (Rosalía ha cursado un grado en estudios flamencos y tiene un conocimiento profundo de diversos cantes, del origen del flamenco; sin duda, el haber estudiado música es una herramienta muy importante) y, sobre todo, la simplicidad.

La simplicidad me parece la pieza clave sobre la que ha construido este disco, lo cual hace que sea un producto genial que haya conectado con gente tan diferente. No es fácil de conseguir porque el ser humano siempre tiende a complicar las cosas, pero me parece que la mesura ha sido el arma definitiva de la catalana. Por eso, quiero enumerar los elementos sobre los que ha edificado esta simplicidad de la que hablo (ya sea de forma consciente o inconsciente):

 

 

CONCISIÓN Y BREVEDAD

La mayoría de las canciones que contiene ‘El mal querer‘ son breves y concisas. Casi todas duran entre dos y tres minutos y, en ese tiempo, Rosalía es capaz de contar una historia y transmitir. No necesita grandes alardes ni alargar las canciones innecesariamente. Ella es capaz de decirte todo lo que necesita en un par de minutos.

Por otra parte, esta brevedad se consigue con letras también cortas, por lo que es más fácil para el público recordar las canciones. A esto también contribuye la repetición, uno de los mayores aliados del álbum. “Pienso en tu mirá” es prácticamente la misma letra en bucle (pero también lo era “Let me out”, de Dover, y también fue un éxito), “De aquí no sales” tiene una instrumental repetitiva en la segunda parte de la canción, “Bagdag” también recurre con frecuencia a su “junta las palmas y las separa” y “Di mi nombre” repite hasta la saciedad el “ay ali ali” del estribillo, lo cual la convierte en una canción pop de manual como también lo puede ser “Umbrella” de Rihanna (salvando las distancias estilísticas, claro está).

 

 

AUSTERIDAD Y CLICHÉS FLAMENCOS

Otro de los pilares fundamentales de esta simplicidad es que ‘El mal querer‘ no está nada sobreproducido. Al contrario, en la mayoría de las canciones hay muy pocos elementos para acompañar a la voz. Casi todo se reduce a voces, voces superpuestas sobre la voz principal, algunos sintetizadores, palmas y poco más.

El macrohit “Malamente” destaca por ser uno de los temas en los que más voces suenan al mismo tiempo. De hecho, si prestamos atención, nos daremos cuenta de que en el estribillo no solo suenan varias Rosalías al mismo tiempo, sino que también está por ahí C. Tangana soltando unos “eso es” o “vámonos” sin que casi nos demos cuenta.

Además, “Malamente” también es una excelente carta de presentación porque, al igual que muchas canciones del disco, recurre a los clichés más típicos del flamenco. Probablemente, cuando una persona que no está muy habituada al flamenco intenta cantarlo o imitarlo, recurrirá los “tra tra”, “ole” y “toma que toma” que esta canción nos entrega, lo cual es genial porque nos está simplificando un género que no tiene tanta aceptación como hace unas décadas, igual que un profesor puede simplificar una división para un alumnado más joven. De este modo, los jadeos flamencos y las palmas se convierten en el eje central de la producción de Rosalía. También asociamos al género el vocabulario de palabras como “mirá” y el acercamiento a la cultura gitana en temas como “Que no salga la luna”.

 

 

Sí es cierto que cada canción tiene su propia esencia y “Reniego”, por ejemplo, suena muy diferente a todo lo demás, pero sigue el esquema de todo el conjunto: producción minimalista, “tiri tiri” que nos llevan de nuevo a los clichés flamencos, repetición de letra y la voz en un primer plano.

 

LA HISTORIA

Rosalía no solo canta, sino que nos cuenta una historia. Ella es una especie de juglar o trovadora del siglo XXI. Cuenta una historia de celos y amor tóxico de forma sencilla, tanto que nos da el título de cada capítulo para cada canción. Así todos podemos seguir perfectamente el hilo de la historia con total facilidad, una historia que por desgracia está más vigente de lo que debería en nuestra sociedad y que, quizás por eso, también ha calado tanto.

Digo que Rosalía es una juglar del siglo XXI porque todo el disco es excesivamente narrativo y literal. Cada vez que ella habla de un elemento en una canción, introduce un sonido que nos recuerda a él. En cierto modo, tiene un carácter instructivo y simplista para la buena comprensión. En “Malamente” oímos el cristalito roto al comienzo de la canción. “De aquí no sales” nos trae sin duda a la disputa de la que habla el título del capítulo. Además, aparece por ahí alguna sirena que seguro que hace referencia a una ambulancia.

“Que no salga la luna” es una de las canciones más potentes en este sentido. Por un lado, escuchamos un cuchillo cuando canta “como las hojas de un cuchillo brillaban los sacáis [ojos] suyos” y los coros (por Lin y Nani Cortés, Las Negris y Los Mellis) tienen más protagonismo que en cualquier otra canción, lo cual no es casualidad si tenemos en cuenta de que se trata del capítulo de la boda y por lo tanto el lugar estaría plagado de gente que son testigos de la historia de la protagonista.

 

 

En este sentido, también destaca “Maldición”, en el que por fin la protagonista escapa de las garras de ese amor tóxico. De nuevo, encontramos signos de lucha y pelea como si esto se tratara de Kill Bill, pues el sonido de las catanas y los gritos de lucha destacan sobremanera y se mezclan con versos como “he dejado un reguero de sangre por el suelo”.

A todo esto se suma la imagen tan potente de la artista. Mientras que en ‘Los Ángeles‘, todo era más sobrio y oscuro (normal si tenemos en cuenta que el eje central del disco era la muerte) en ‘El mal querer’ el carácter didáctico hace que todo se llene de color, de imágenes potentes y llamativas como la de las imágenes que acompañan a cada canción o los videoclips. Es como las vidrieras que había en las iglesias de la Edad Media sobre el juicio final. La imagen ayuda a contar una historia.

En definitiva, Rosalía ha juntado lo más característico del flamenco con otros géneros como el pop y ha aprovechado las tendencias urbanas en algunos temas para construir una historia sólida que se pueda transmitir de forma sencilla y estructurada. Ahí está la genialidad, en que es un disco complejo, pensado, pero inmediato y digerible.

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